Cuando abrí mi primera consulta en San Luis, Misuri, mi ciudad natal, mi oficina estaba ubicada en la planta baja del Salón Dominic Michael, un salón de alta gama que atendía principalmente a mujeres y cuyos empleados eran mayoritariamente mujeres, con la excepción de algunos hombres elegantemente vestidos. Para cultivar una buena relación, invitaba a sus estilistas a que me hicieran ajustes regulares de cuello y tórax; cualquiera que trabaje con los brazos extendidos como ellos necesita ese alivio. Estaban agradecidas. El ajuste siempre les dibujaba una sonrisa, sobre todo los ajustes torácicos. Como resultado, empezaron a recomendarme a sus clientas, algunas de las cuales estaban embarazadas. Me preguntaban si la quiropráctica podía ayudar con algunos de los dolores y molestias que se supone son comunes durante el embarazo, sobre todo en el primer embarazo. Les expliqué la Técnica Webster, una técnica quiropráctica diseñada específicamente para adaptarse a todos los cambios que experimenta el cuerpo de una mujer durante el embarazo. También les conté de un profesor que tuve, Logan, que tuvo la audacia (y la experiencia) de garantizar a las mujeres que, con su atención, darían a luz en menos de tres horas. ¿Quién no estaría intrigado, verdad? Pronto, la mitad de mi día la pasaba trabajando con embarazadas, moviéndoles las articulaciones de la pelvis y permitiendo que la pelvis se expandiera correctamente para que el bebé tuviera suficiente espacio para acomodarse cuando estuviera listo para ver el mundo.